Bosques y deforestación: entre la exuberancia natural y la aridez de la intervención humana

La aceleración del cambio climático a escala planetaria y por ende, en la región sudamericana, ha coincidido con el dramático proceso de masiva deforestación que se ha vivido en el último medio siglo. Las olas de calor y frío, las tormentas, sequías e inundaciones se han vuelto recurrentes en la última década, golpeando fuertemente a las poblaciones humanas y sus actividades productivas. La correlación de este fenómeno con la progresiva destrucción de la naturaleza por la mano del hombre, es una afirmación unánime en la comunidad científica mundial. Quizá el componente más destructivo en este proceso ha sido la demencial deforestación de millones de hectáreas de bosques, acaecida con particular fuerza en los países pobres de Asia, África y América Latina.

El Paraguay, lamentablemente no ha sido una excepción en este proceso. El país y sus montes han sido arrasados literalmente, por las topadoras y otras maquinarias utilizadas para el desmonte, en los últimos cincuenta años. Lo que a la naturaleza le tomó miles de años construir en nuestro territorio, uno de los ecosistemas más ricos y diversos del mundo por su variedad de flora y fauna, al homo economicus de nuestro tiempo, es decir, al hombre inserto en los estímulos y la lógica de la sociedad capitalista en la que vivimos, le tomó tan solo poco más de media centuria en tirarlo casi todo abajo, en su decidido avance hacia “la modernidad”. La expansión de la civilización occidental en el territorio paraguayo, el cual de paso fue arrebatado a los “salvajes” habitantes originarios de estas tierras, ha logrado en su tarea civilizatoria, que hoy el país sólo cuente con el 5 % de los bosques nativos que existieron en esta región durante milenios.

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