Declaración de la Unión de Científicos comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina frente a la pandemia del COVID-19

La Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (UCCSNAL) comparte la preocupación global por la pandemia del COVID-19 que azota a la humanidad.

Vemos con preocupación el sufrimiento de pueblos indígenas, poblaciones carcelarias, personas migrantes, grupos sociales empobrecidos, subalimentados y viviendo en condiciones insalubres, que están siendo diezmados por la pandemia del COVID-19 Nuestra condición de científicos y científicas nos obliga a reflexionar sobre esta situación desde las diversas causas que la originaron, las cuales están interrelacionadas entre sí y apuntan al actual modelo productivo, que sume en la pobreza a la gran mayoría de la población, al tiempo que destruye a un ritmo acelerado los bienes comunes del planeta.

Desde la perspectiva de la Ciencia Digna criticamos expresamente a la ciencia mercantil desprovista de su carácter humanitario. Existen sobrados ejemplos del uso del desarrollo científico con fines bélicos o concebidos para satisfacer oscuras ambiciones de grupos de poder que dominan el mundo sin la más mínima ética, poniendo en riesgo a todas las expresiones de vida sobre el planeta.

Los descubrimientos científicos y el desarrollo tecnológico tuvieron y tienen el poder de imponer sobre la sociedad y el ambiente, modificaciones que provocan daños irreversibles y permanentes. Tal es el caso de la introducción de organismos genéticamente modificados (OGM) en la agricultura que se expandieron  irresponsablemente sin evaluar las consecuencias que acarrearía su implementación a gran escala. Décadas después, los resultados de ese experimento ha sido una ganancia de miles de millones de dólares para las empresas multinacionales del agronegocio y, en contrapartida, han provocado una catástrofe ambiental de tal magnitud en los países invadidos que las víctimas de la contaminación y de la exclusión territorial se cuentan por millones. Un sufrimiento que se destila como una pesadilla, pues las consecuencias de la manipulación genética son impredecibles y se extienden incluso a las generaciones venideras.

Las relaciones interdependientes que existen entre todos los seres y procesos en la Tierra son ignorados o menospreciados por quienes integran la intrincada red de intereses económicos al servicio de las elites de poder. Esta pandemia está demostrando una vez más que ciertos desequilibrios constituyen condiciones límites frente a las cuales la vida no se sustenta. La situación actual indicaría que podríamos haber llegado a uno de esos límites: un punto de inflexión en la evolución de los seres humanos en el planeta. La pandemia del COVID-19 podría ser sólo una de sus manifestaciones.

Señalamos el carácter sistémico de la actual crisis sanitaria. Una crisis resultante de la degradación socio-ambiental impulsada por el capitalismo mundial. La pandemia viene a desnudar la aberrante inequidad social y obliga a reflexionar sobre el modelo de consumo propiciado por la propaganda de los medios masivos de comunicación. El colapso de los sistemas de salud en casi todos los países del mundo es el primer indicador de la obsolescencia del actual paradigma civilizatorio. Las tasas de contagio y la letalidad de la enfermedad han dejado al descubierto la crisis sanitaria global incubada por el neoliberalismo.
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Es evidente que la salida de la crisis social, económica, ambiental y política que ya se vislumbra en Latinoamérica será una oportunidad para reconfigurar el actual modelo civilizatorio dando visibilidad y relevancia a caminos que ya están siendo recorridos: nuevas formas de organización, nuevos modos de producir y consumir, descentralizados, de pequeña escala pero ensamblados en redes más amplias. Este nuevo orden no carece de sustento filosófico ya que es alumbrado por el paradigma del Buen Vivir recuperado como preciosa semilla del Saber de los Pueblos Originarios. Las organizaciones de la agricultura familiar, campesina e indígena,  las asociaciones de la economía social y popular, y colectivos urbanos e instituciones afines en número creciente se incorporan a estos modos de producir, son actores esenciales en la transformación de los sistemas alimentarios, y la base de un nuevo modo de relaciones, horizontales y solidarias.

Debemos fortalecer estas redes de base, robustecerlas, multiplicarlas, porque son el soporte de nuevas maneras de afrontar las crisis, pero también nuevos escenarios de relaciones sociales y con la naturaleza que se perfilan como alternativas a las lógicas del consumismo de mercado. También somos conscientes que el capital globalizado buscará que la “vuelta a la normalidad” implique la profundización del neoliberalismo, el extractivismo, las desigualdades y el control social. Reafirmamos que este camino solo puede llevarnos como humanidad a un desastre socio ambiental sin retorno.

Desde el enfoque de la Ciencia Digna , la crisis desencadenada por la COVID-19 es una oportunidad para que académicos y académicas, pensadores y pensadoras y referentes sociales de las diversas organizaciones sociales, comunitarias y barriales, interactuemos superando las distancias que históricamente nos separó Es hora de abrir un debate en la comunidad científica en torno a la responsabilidad de la ciencia hegemónica en esta crisis y de su inoperancia para afrontar este tipo de situaciones. Hacemos un llamado a la reflexión sobre qué ciencia debemos hacer en los países de nuestra región e invitamos a pensar cuales serían los temas y los propósitos de una ciencia basada en el pueblo y respetuosa de la naturaleza, interdisciplinaria y en diálogo con las comunidades y los saberes populares, orientada al desarrollo de nuevos conocimientos que integren la dimensión socioambiental y se proyecten en escenarios de cooperación para resolver los graves problemas que aquejan a la humanidad.

Es imprescindible analizar críticamente las políticas científicas que, de la mano de las corporaciones, promueven, sin debate social alguno, la introducción de nuevas tecnologías disruptivas cuyos impactos son impredecibles, como a edición genética, la red 5G, la geoingeniería, los desarrollos de biología sintética, las vacunas experimentales y la nanotecnología, entre otras.

La reflexión en torno a este asunto se ha instalado en la sociedad. Esta crisis pone de manifiesto la estrecha relación existente entre la salud y el ambiente y revela el papel del modelo de producción agroindustrial como responsable de la destrucción de los ecosistemas, con todas las consecuencias socio-ambientales que esta destrucción trae aparejadas. En este contexto se está poniendo en tela de juicio la producción y el consumo de alimentos de origen vegetal impregnados de venenos agrotóxicos, así como aquellos que provienen de animales criados en hacinamiento, modalidad de producción que se encuentra profundamente ligada a la producción de semillas transgénicas. Al mismo tiempo, se generalizan las ideas y las discusiones acerca de la crisis ecosistémica y civilizatoria del capitalismo globalizado, que explica las condiciones en las que los virus emergentes -y otros males- se propagan en las poblaciones humanas.

Esta crisis a la par que ha mostrado la fragilidad de la vida y la precariedad de los sistemas de salud para hacer frente a la emergencia sanitaria, también ha permitido observar la recuperación del ambiente en muchos lugares del mundo gracias al confinamiento y la parálisis de la maquinaria productiva.

En este escenario, estamos seguras y seguros que nos encontramos un poco más cerca de una nueva etapa en la cual el paradigma de la Ciencia Digna tiene mucho que aportar. Un férreo compromiso con una Ciencia al servicio de la sociedad y de la naturaleza, dará la oportunidad de poner en valor y fortalecer el enorme potencial intelectual y ético que sin duda enraíza y florece en nuevas generaciones de científicos y científicas.

Junio 2020

En homenaje a Andrés Carrasco

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