El argumento para liberar comercialmente un segundo cultivo de algodón transgénico en el país es la escasez de semillas locales. Sin embargo, la entrada de la tecnología transgénica, antes que una solución, terminará liquidándolas. Además, como tendencia, el cultivo dejará de ser familiar para integrar al circuito del agro-negocio.
En estos días los gremios empresariales del algodón, los sectores proveedores de insumos y agroexportadores andan reproduciendo discursos muy poco sinceros a través de los medios empresariales de comunicación. Dicen que la entrada de semillas transgénicas del algodón será la solución a la faltante de semillas nativas ;y que son los campesinos los más interesados en la liberación de estas semillas.
De liberarse en el país un segundo cultivo de algodón transgénico, se abre la esperanza para los miles de campesinos que esperan una solución a la escasez de simientes, andan diciendo.
Lo mismo que en vísperas de aprobar el primer algodón transgénico del país, que una vez aprobado, los mismos voceros cambiaron de discurso y salieron a decir que se trataba de un cultivo obsoleto y por lo tanto no había semillas de dicho cultivo disponibles en el mercado.
Por eso, siguieron declarando, es urgente aprobar otro segundo cultivo transgénico que sí tenga semillas disponibles. Ya no uno con la tecnología BT, que repele gusanos que atacan la plantita, sino uno con doble tecnología trasgénica Bt-RR.
Este repele gusanos pero también es resistente al herbicida glifosato, que al pulverizar en la finca, mata todas las hierbas indeseadas, menos al cultivo. Por lo menos es lo que dice la fabricante de dichas semillas y del químico, la empresa estadounidense Monsanto.
Lo más preocupante de todo esto no son los dobles discursos mediáticos, sino la forma en que piensan aprobar este cultivo con doble transgén: por decreto presidencial, declarando una emergencia nacional por falta de semillas. Quieren saltear los canales correspondientes, es decir la Comisión Nacional de Bioseguridad Agropecuaria (COMBIO), que exige al menos dos años de experimentos y estudios de factividad agronómica, comercial y de impacto sobre la salud humana y el medioambiente.
Pedimos que nos fumiguen más, por favor
El discurso de que son los campesinos quienes ruegan que se libere este cultivo es mentira, puesto que es el campesinado quien está siendo devastado, intoxicado, expulsado y contaminado por el glifosato,que ya se usa en el país en el cultivo de soja transgénica. En Paraguay y en la región tenemos ejemplos de casos como el del niño Silvino Talavera, muerto tras ser rociado con el producto y otros miles de niños y niñas con problemas de salud,cánceres, tumores, deformaciones, alergias, granos
Y no hace falta grandes ni rigurosos estudios científicos para comprobarlo, las comunidades y sus flagelados/as son más que suficiente prueba. Pero también hay estudios científicos, como el de la doctora Estela Benítez Leite, que comprobó que los residuos de sustancias agroquímicas generan alteraciones celulares en poblaciones cercanas, lo que significa que están más expuestas a contraer enfermedades como el cáncer, diabetes, parkinson y otras degenerativas.
A nivel regional, el estudio de más de 30 años de campo del embriólogo argentino Andrés Carrasco, demostró que el grlifosato altera el funcionamiento embrionario de anfibios, que tienen la misma mecánica que el sistema del humano y podría afectar a los bebés humanos durante su gestación.
Cultivo transgénico, cultivo como negocio
Es difícil también creer que sea el campesinado quien insista con el ingreso de transgénicos dentro de un cultivo que históricamente fue producido por las familias agricultoras en sus pequeñas fincas. La transgenización del cultivo hará que el mismo sea rentable para aquellos productores que lo encaren como gran necogio, no para aquellos que esperan comer de él.
La tecnología transgénica y su paquete tecnológico abre paso a que el cultivo, como tendencia,deje de ser rentable para las familias minifundiarias y mude a manos de productores con importante capital para las invesiones iniciales en semillas; alquiler de maquinarias; compra de herbicidas-plaguicidas-fungicidas; posibilidades de préstamos; cobertura ante desastres climáticos y capacidad de tolerar los vaivenes de los precios del mercado.
El paso que está por dar el algodón en Paraguay beneficiará a la Monsanto y otras multinacionales vendedoras de insumos, a bancos y financieras, acopiadoras, exportadoras y transportadoras del circuito del agronegocio, como con la soja. Mientras el campesinado y los pueblos indígenas serán los más afectados.
La solución para las semilla nacional es matarla
Por último, proponer la entrada de semillas transgénicas ante la falta de semillas nativas, es una solución final, y está pensada desde la lógica del circuito de negocios mencionado. Estos sectores no proponen rescatar o robustecer las simienbtes IAN, CD, Aguza, Guazuncho y otras especies, con las que la producción del cultivo marcó sus más altos picos de producción en años recientes; quieren rematarlas con un tiro de gracia.
Como pasó con la soja en Paraguay y el mismo algodón en otros países, encontrar semillas nativas disponibles en un país donde se cultivan semillas transgénicas es una lotería, por las conductas monopólicas de las grandes empresas semilleras y por las políticas obsecuentes de los Estados. Intente usted encontrar semillas no-transgénicas de soja hoy en Paraguay o en el Conosur y venga a decirme lo contrario.
Quienes sí trabajan, con honestidad y sin doble discurso, por rescatar las semillas nativas son las familias de la Federación Nacional Campesina (FNC), que las producen en semilleros en distintos puntos del país. Hoy una parte de las reservas está sus manos y está la promesa de seguir reproduciéndolas.
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Diario Página 12
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IMAGEN: «El cosechero de algodón», pintura de Gloria Marina Chávez del portal www.artelista.com