Fue en la presentación de dos libros sobre alimentación y agronegocios, anoche en el Centro Cultural El Cabildo.
La abogada Milena Pereira, autora de El Estado y la garantía del derecho a la alimentación adecuada en Paraguay aseguró que Paraguay no destina ni la infraestructura ni los recursos necesarios a las instituciones encargadas de hacer cumplir el derecho a la alimentación. Fue anoche en la presentación conjunta de su libro y de La Chipa y la soja: La pugna gastro-política en la frontera agroexportadora del Este paraguayo, de Richard Doughman.
Ante una colmada sala de Artes Escénicas de El Cabildo, Pereira adelantó cifras y estadísticas que contiene su texto. Dijo que de cada 100 paraguayos, 20 están en la línea de la pobreza, y que la situación de estos compatriotas se calcula, principalmente, desde la alimentación que tienen.
El Instituto Nacional de Alimentación y Nutrición (INAN) tiene sólo 9 inspectores para controlar los alimentos en todo el país; la oficina de Defensa del Consumidor del Ministerio de Industria tiene sólo 11 inspectores en toda la geografía nacional y el Servicio Nacional de Calidad y Sanidad Vegetal y de Semillas (SENAVE) tiene alrededor de 100 inspectores que, entre otras tantas tareas, tienen que controlar la correcta aplicación de agroquímicos en todo el territorio sojero principalmente, apuntó la investigadora.
Otro dato alarmante fue el referido a la carne vacuna. A medida que más escala el Paraguay en el ránking de países exportadores de carne -hoy está séptimo- menos carne comemos en el país. En 1995 cada paraguayo/a en promedio comía 77 kilos de carne por año, mientras que diez años más tarde, en 2005, sólo comía 32 kilos ¿Hoy cuánto comemos?
El libro contiene muchas más cifras y datos de este tipo, producto de una ardua investigación que combinó la revisión de la literatura disponible, entrevistas y trabajo de campo. El material, en resumen, es un monitoreo de cómo Paraguay cumple o no las Directrices Voluntarias para la Realización de la Seguridad Alimentaria de la FAO, desde que en 2004 suscribió su acuerdo.
La chipa vs la soja
El título de este segundo texto presentado anoche, simboliza bien su contenido. Sus páginas relatan amenamente cómo el agronegocio se fue adentrando en las comunidades campesinas del Este del país, desplazando comunidades, arrasando paisajes, contaminando vida humana, naturaleza y amenazando a la cultura local.
En ese escenario, no irse, producir en la chacra alimentos de autoconsumo y cocinar una chipa guazú o una chipa almidón, o cualquier otro menú de la cultura alimentaria campesina e indígena…es resistir. Pero no sólo es resistencia, es también ‘soberanía alimentaria’.
El autor de este material, anoche, insistió mucho en que el alimento no es sólo la suma de ingredientes cocinados sobre una mesa, sino que detrás de una comida, hay una receta, hay unos usos culturales, hay una relaciones sociales, hay un camino que empieza en la chacra, en el río, en la huerta…
El libro llena un hueco, pues hasta ahora se había analizado el atropello de los agronegocios desde la mirada económica, política y social. Doughman lo analiza desde lo cultural, y específicamente de la cultura de la alimentación que tienen comunidades campesinas e indígenas locales.
Al final de la presentación, los libros se entregaron a los y las presentes, y todos pasaron a compartir tembi’u Paraguay, como chipa guazú, sopa paraguaya, payaguá mascada, croquetas y otros, elaborados por mujeres de la Coordinadora Nacional de Mujeres Trabajadoras, Rurales e Indígenas (CONAMURI).
Ambos materiales se pueden conseguir en Base Investigaciones Sociales, llamando al 021 451 217 o viniendo hasta Ayolas 807 esq. Humaitá, del microcentro de Asunción.