Un mar de plantas de vivo color verde se extiende hasta el horizonte en el norteño departamento de San Pedro, uno de los más pobres de Paraguay, a lo largo del camino que conduce a las comunidades de Lima, Capiibary y Guayaibí, a 250 kilómetros de la capital.
Son los grandes campos de soja genéticamente modificada, el producto «estrella» de exportación de este país, cuyo avance deja poblaciones enfermas, desplazadas y avasalladas en sus derechos, según el filme documental «Soberanía violada».
La película, hecha por realizadores paraguayos, retrata el drama de las comunidades campesinas que ven en la expansión de la siembra de soja una amenaza para su supervivencia.
«Los intereses económicos de los terratenientes –en su mayoría extranjeros– y las multinacionales arrasan comunidades enteras, deforestando bosques, contaminando arroyos, enfermando niños, matando fetos, asesinando campesinos y obligándoles a abandonar sus tierras, su cultura y a sus compañeros de lucha, perdiendo de esta manera la soberanía», señala la sinopsis del documental de 40 minutos.
La soja se ha convertido en las últimas décadas en la principal materia prima que Paraguay vende al exterior. El país actualmente ocupa el cuarto lugar entre los países exportadores de esa leguminosa, detrás de Estados Unidos, Brasil y Argentina.
Según el Ministerio de Agricultura, la soja ocupa 2,4 millones de hectáreas y constituye 38 por ciento de la producción agrícola nacional.
La Cámara Paraguaya Exportadora de Cereales y Oleaginosas anunció que el objetivo para 2008 es expandir el área de siembra a cuatro millones de hectáreas y duplicar los ingresos por exportaciones, que durante el primer trimestre de 2007 ascendieron a 780 millones de dólares.
Esta cifra oculta las consecuencias sociales y ambientales derivadas de la expansión del cultivo de soja, reflejadas en el documental por decenas de testimonios de campesinos.
«La idea de la película surgió de la Coordinadora Departamental por la Defensa de la Soberanía, que reúne a representantes de organizaciones y líderes de diversas comunidades del departamento de San Pedro», explicó a IPS Arturo Peña, productor periodístico del documental.
«Soberanía violada» fue incluida en el programa del festival de documentales Un Mundo en Berlín que se realizará este mes en la capital alemana. Su proyección está prevista para el 18 de noviembre.
El equipo de realizadores está compuesto por Catalina Servín en la coordinación general, Malu Vázquez en cámara, dirección y guión, José Elizeche en edición, y W. Krauch en musicalización.
El objetivo, afirmaron, fue crear una herramienta de difusión y denuncia del problema, que se fue incrementando en los últimos cinco años con la expansión de soja transgénica en la zona.
«Miles de familias ya han emigrado del departamento tras vender sus tierras, en gran parte de los casos por verse rodeados por los cultivos y amenazados por el rociado de agrotóxicos. No tenían otra opción», dijo Peña.
El auge de la soja provoca desempleo. Requiere poca mano de obra y en el oriente paraguayo estos cultivos desplazaron a los de algodón, que empleaban a un gran número de personas, afirma la película.
Los pequeños agricultores, que constituyen gran parte de los seis millones de habitantes del país, han sido desplazados por los «sojeros».
Según un estudio de la no gubernamental Base-IS, 70 por ciento de las tierras agrícolas paraguayas están actualmente en manos de terratenientes extranjeros, sobre todo brasileños.
Están, sin embargo, los que hacen pie firme contra la «marea verde transgénica». Por ejemplo Manuel Cuevas, quien lleva 30 años cultivando poroto, maíz y otros productos de autoconsumo en el distrito de Lima. Su propiedad de 10 hectáreas está rodeada de soja de propietarios brasileños.
Cuevas ya recibió varias ofertas para vender su predio, pero él y su familia se niegan a abandonarlo. «Por ahora estamos bien», relató en un tono resignado.
«Nunca me iré. Acá tengo todo: tierra, agua corriente, luz eléctrica. No tengo por qué abandonar mi tierra», dijo enfáticamente Reinaldo Casco, quien indicó con orgullo que sus padres figuran entre los primeros pobladores de Lima.
«Son apenas dos testimonios de las decenas que recoge el documental y reflejan el estado de abandono en que se encuentran estas poblaciones del país, libradas a su suerte desde hace varias décadas, con sistemas de salud obsoletos, autoridades que responden a los intereses de los terratenientes, caminos en pésimo estado y ahora amenazas por el aplastante avance del modelo agroexportador», señaló Peña a IPS.
El sociólogo Tomás Palau, autor del libro «Los refugiados del modelo agroexportador», detalló los principales efectos de la producción de soja en las comunidades rurales.
«Hay una fuerte presión sobre las tierras campesinas, porque los valores del mercado de la tierra se han disparado», explicó a IPS.
Los campesinos son expulsados por varios métodos, como el alquiler o compra de propiedades, o se ven obligados a abandonarlas a causa de las fumigaciones masivas con agroquímicos.
«Y también por la presencia de grupos armados que operan en la zona. Se forma un verdadero ejército expulsor», denunció.
Otro aspecto es el impacto de las fumigaciones sobre la salud humana y la mortandad de animales. «Los padecimientos van desde alergias y problemas respiratorios hasta cánceres, malformaciones de fetos y abortos espontáneos», dijo Palau.
El ambiente también siente impactos. «Los agrotóxicos utilizados para la fumigación envenenan los cursos de agua y la tierra, matan la microfauna de la capa fértil del suelo e incrementan la deforestación», agregó.
Pero, según Palau, el aspecto menos visible de este negocio se encuentra en el hecho de que el dinero que ingresa por las exportaciones no queda en el país, ya que pertenece a grandes productores extranjeros y a capitales trasnacionales.
«Sin que nos demos cuenta, estamos viendo que un altísimo porcentaje de las exportaciones paraguayas están siendo controladas por tres o cuatro multinacionales: Monsanto, que provee las semillas a 90 por ciento de los productores, y empresas como Cargill, Dreyfus y ADM», señaló.
El cultivo de soja comenzó su expansión en Paraguay a mediados de los años 60 y alcanzó su auge hacia fines de los 90, con la introducción de las semillas genéticamente modificadas de la mano de compañías como Monsanto.
La producción intensiva de soja ha frenado actividades tradicionales como la maderera, la ganadería y hasta el algodón, el tradicional producto agrícola de exportación, cuya superficie sembrada se redujo de 509.000 hectáreas en 1990 a sólo 160.000 en la cosecha 2006.(FIN/2007)
Fuente: http://www.ipsnoticias.net