Las semillas transgénicas de soja, las primeras que ingresaron al Paraguay, fueron introducidas de contrabando desde Argentina en su mayoría y una parte desde Brasil, para el ciclo agrícola que se inició en octubre de 1999 y culminó entre febrero y abril del 2000. En Argentina ya se venían utilizando masivamente desde 1997 por una autorización del gobierno de Carlos Saúl Menen (incondicional aliado de los EE.UU. y sus empresas).
La extensión sembrada con soja en el año 1999 era de aproximadamente un millón de hectáreas (había crecido a esta superficie desde que empezó a cultivarse comercialmente en 1973, o sea en 26 años). Desde que se introduce la variedad transgénica, en 10 años llega a dos millones 600 mil hectáreas. O sea, creció mucho más en 10 años que lo que había crecido en el cuarto de siglo anterior. Antes de 1973 la soja era utilizada en el país como abono verde de verano (como se usa hoy la mucura, por ejemplo). Nunca había sido considerado un poroto comestible, dada las toxinas naturales1 que posee ese grano en su forma convencional (y por supuesto en su variedad transgénica).
La soja transgénica vino acompañada de lo que se conoce como un paquete tecnológico que incluye además de la modificación genética de la semilla, el uso del método de siembra directa y de un nuevo herbicida, el producto químico llamado glifosato cuya marca comercial más conocida es Round Up, producido por la empresa Monsanto, que por supuesto, tiene los derechos comerciales de dicha semilla transgénica.
El crecimiento del área sembrada en nuestro país produjo una gran cantidad de problemas: expulsó a la población campesina e indígena hacia las ciudades, ya que requirió de nuevas grandes extensiones de tierra; produjo nuevas enfermedades e incluso muertes de personas humanas dado el alto grado de toxicidad del herbicida y otros químicos utilizados; redujo el empleo rural ya que el nivel de mecanización de las tareas es muy alto; deterioró el medio ambiente al contaminar cursos de agua y acelerar la deforestación de las pocas áreas boscosas que restan en el país.
Pero la soja no es la única semilla genéticamente modificada que está siendo utilizada en el país. Otra variedad es la de maíz Bt, transgénico también pero que actúa de manera diferente a la soja. El insecto come la hoja y al cabo de un corto tiempo muere. El maíz transgénico es más peligroso desde el punto de vista genético, es fácilmente contaminante ya que por vía de la polinización puede expandirse a otras variedades de maíz hasta el punto que en pocos años pueden desaparecer las variedades nativas del avatí que forman parte de la dieta básica de la mesa paraguaya.
Se está utilizando también el algodón transgénico, resistente a insectos lepidópteros (la variedad MON531) y al herbicida glifosato (MON1445) que también se poliniza con facilidad y que puede destruir las variedades del algodón desarrolladas en el país luego de largos años de investigación y que lo llegaron a ubicar entre los mejor cotizados en el mercado internacional.
1Estas toxinas sólo pueden ser desactivadas por animales de cuatro estómagos (rumiantes) o a través de un largo proceso de fermentación por el que pasaba para su consumo humano en el este de Asia de donde es originaria.