«Las semillas son el corazón de la soberanía alimentaria».

Carlos Alberto Vicente, militante ecologista de la ong Grain y farmacéutico de profesión, estuvo en la Feria de Semillas de Asunción.

 

 

El pasado 24 de mayo, en la Plaza de la Democracia -en el corazón del centro de Asunción- la exposición de Vicente abrió la Feria de Semillas denominada “Alimento sano, pueblo soberano” por sus organizadores: una articulación de 18 organizaciones campesinas, indígenas y organizaciones no gubernamentales de la sociedad civil. Una feria donde se expusieron unas 40 variedades de semillas nativas del Paraguay. Su objetivo: destacar el papel estratégico que cumplen las familias agricultoras campesinas en la producción de alimentos para sus respectivos países y rescatar las semillas tradicionales de los pueblos americanos.

En su exposición ante un nutrido auditorio de productores de alimentos y militantes ecologistas, Carlos Vicente sacó de su memoria y pronunció una frase muy simbólica para el objetivo de la feria. “La frase “Las semillas son el corazón de la soberanía alimentaria” pertenece a Francisca “Pancha” Rodríguez, de Anamuri. Expresa algo que es muy sencillo: la agricultura comenzó cuando por primera vez una campesina guardó una semilla de una planta silvestre y la sembró”, nos cometa durante la entrevista que mantuvimos con él en un rincón de la plaza.  

Este pequeño milagro –sigue explicando Vicente aquella frase- que se repitió en distintos lugares del planeta de manera casi simultánea hace diez mil años aproximadamente, significó una revolución en la vida de los pueblos y la profundización de un diálogo de los pueblos con la naturaleza que aún hoy continúa desarrollándose”.

Vicente se refiere a los inicios de la agricultura, al cultivo de la tierra por parte de hombres y mujeres del planeta con las manos, y luego con las herramientas y tecnologías que fue diseñando con el correr de los siglos y milenios.


“Ninguna trasnacional que modifica genéticamente las semillas en estos tiempos podrá, nunca, crear la cantidad de semillas que vienen creando el hombre y la mujer convertidos en campesinos agricultores desde hace 10 mil años atrás”, dice con vehemencia.

Ese diálogo entre el ser humano y la naturaleza –añade- es el que ha generado los cientos de miles de semillas agrícolas que hoy alimentan a la humanidad y ha sido el punto de partida de la creación de la enorme biodiversidad agrícola de la que dependemos todos”.

¿Y las trasnacionales que dicen producir genéticamente semillas?

Ellas lo que hacen es robar el conocimiento de miles de años producido por los campesinos del planeta. Lo que están haciendo es apropiarse de las semillas de la humanidad para producir alimentos y acumular capital”, responde Vicente.

Nuestro entrevistado tiene la pasión del militante. Pero también la información del que ha estudiado sesudamente el fenómeno de las semillas en el mundo y el “agronegocio”, el nombre que se le ha dado a la acción depredadora contra los recursos naturales del planeta, en esta etapa del Capitalismo Global.

Carlos Vicente tiene todos los datos en la punta de la lengua para denunciar esta depredación. “La humanidad perdió, a lo largo del siglo veinte, el 75% de sus recursos fitogenéticos, es decir, las semillas que heredamos de nuestros ancestros; con la aparición de la biotecnología y sus cultivos transgénicos, empresas como Monsanto, Syngenta, Bayer, Novartis, Dupont y Seminis comenzaron a acaparar patentes y a concentrar el negocio semillero”.

Las investigaciones y estudios de varias organizaciones ecologistas en el mundo confirmar con estadísticas precisas las palabras de Vicente: hoy, tres empresas controlan más de la mitad (53%) del mercado mundial de semillas: Monsanto (26%), DuPont Pioneer (18,2%) y Syngenta (9,2%).

Entre las tres facturan 18.000 millones de dólares anuales. Entre las 10 más grandes (incluyendo Vilmorin del Grupo Limagrain, WinField, la alemana KWS, Bayer Cropscience, Dow AgroSciences y las japonesas Sakata y Takii) dominan el 75% del mercado mundial de semillas, y facturan 26.000 millones de dólares anuales.

La contracara de esta hiper concentración de la propiedad de las semillas y del sistema alimentario agroindustrial que sostiene, es la mala alimentación y el hambre. “Hoy, en el mundo, hay alrededor de cuatro mil millones de personas mal alimentadas, y ochocientas millones de ellas tienen hambre”, agrega Vicente, para darle un rostro casi cruel al negocio agroindustrial de la alimentación, en manos de las trasnacionales de la semilla.

La explicación que da el militante ecologista de esta iniquidad e inequidad es convincente: se ha puesto la alimentación del mundo en manos de las trasnacionales de la semilla (…) la cadena alimenticia del planeta la están controlando 10 a 12 trasnacionales. “Si antes, hace cientos de miles de años, la alimentación estaba en manos de los que la producían y comían –los campesinos y campesinas-, hoy están en manos de las transnacionales; estas se la quitaron a los campesinos”, dice.

¿Cómo, de qué forma, se apropiaron de las semillas y los alimentos del planeta?

Los dueños de las trasnacionales, sus lobistas y los políticos que están a sus servicios en los estados del planeta, inventaron el derecho de propiedad de las semillas, algo a todas luces aberrante, ¿Quién puede ser dueño de la naturaleza? Luego redactaron y pusieron en vigencia las leyes de semillas para montar un oligopolio de la propiedad. Y seguidamente invirtieron capital y echaron a andar las tecnologías para producir. Esta es la historia sintética de la apropiación2.

A esta breve historia de la apropiación, Vicente cita una invención genética que la redondea: el surgimiento de las semillas transgénicas. “Comienza la llamada ‘Revolución Verde’, y con ella el uso de los agrotóxicos que envenenan el planeta: solo en Argentina se derraman en los cultivos de la soja transgénica anualmente 250 millones de litros de glifosato; en Paraguay se derraman 28 millones de litros cada año”.

Pese a este panorama infame, Carlos Vicente es optimista y expresa una percepción positiva de las cosas: “Estamos viviendo una mayor conciencia -no solo de los campesinos, sino también de las poblaciones de las ciudades que nada saben de la siembra de la tierra- del valor de la semilla. Cada vez más gente sabe que su alimentación sana depende de la calidad de las semillas, y también de quién las controle”.

Sin embargo, nuestro entrevistado resalta la importancia de que el valor de las semillas y la alimentación sana entren cada vez más en las ciudades del mundo.

Es fundamental –explica- que la población urbana comprenda que las semillas sean parte de la agenda política de las luchas urbanas pues todos, habitantes de la ciudad y el campo, dependemos de las semillas para alimentarnos. Comprender que quien controla las semillas controla lo que comemos y el precio de lo que pagaremos por nuestros alimentos (sobre todo en las ciudades) es clave para generar un futuro sin hambre para los pueblos”, concluye.

TEXTO: Ramón Duarte, para Base Investigaciones Sociales/Periódico E’a.

FOTO: Mónica Omayra

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