La comida y la cultura.
Parece obvio que el sin fin de comidas que existe en el mundo es resultado de la diversidad de la vida y de las culturas que se encuentran en el planeta. Cada cultura tiene su propia forma de transformar una parte de su entorno natural en alimento: los japoneses tienen su sushi, los italianos sus pastas, y los paraguayos su chipa. ¿Pero puede ser que la cultura también sea producto de la comida que se consume? ¿Al final, cuál es la relación entre la comida y la cultura?
¿Qué comemos?
Como omnívoros, nosotros podemos nutrirnos de una gran variedad de comidas, y de hecho, necesitamos comer esa variedad para alimentarnos bien. Pero de la abundancia que nos ofrece la naturaleza, no se puede comer todo. Hay elementos que, por ser difíciles de digerir o venenosos, no sirven como alimentos o pueden resultar peligrosos al ser humano. ¿Entonces, cómo decidir? La cultura, entendida como la acumulación del conocimiento humano transmitido de una generación a otra en un pueblo, nos puede sacar la duda. Cada vez que nos sentamos a la mesa, estamos aprovechando del gran almacén de experiencia de nuestros antepasados. Al ayudarnos a identificar las comidas que podemos comer y cómo han de ser preparadas, la cultura nos asegura que nuestras comidas sean sanas y nutritivas.
En cada bocado, un mundo.
El ser humano es parte de la tremenda diversidad de vida en nuestro planeta, y cada grupo humano resuelve su necesidad de alimentarse de forma distinta según su ambiente e historia particular. Cómo un pueblo produce, prepara y come su comida refleja su organización social, su relación con su entorno natural, sus tecnologías, sus saberes, sus valores y sus creencias. Detrás de cada bocado hay un mundo social y natural habitado por quienes producen el alimento y quienes lo comen. A través de la comida, nosotros nos afirmamos como parte de una cultura y nos distinguimos de otras.
¿Quiénes somos?
Comer es ingerir una parte del mundo y hacer de ello, parte de nuestros cuerpos. Qué comemos determina físicamente quiénes somos. A la vez, la comida que incorporamos nos da la energía para crecer, para hablar, para trabajar, para amar y para luchar, es decir, para crear la cultura.
Entonces, ¿qué cultura puede crear un pueblo malnutrido; un pueblo que se envenena con alimentos transgénicos, con químicos y con comida chatarra; un pueblo donde unos ganan fortunas vendiendo carne y soja a los países ricos, mientras otros no tienen ni un poroto?
Pues bien, si la larga tradición cultural define lo que comemos ahora, también lo que comemos ahora define qué va a ser de nuestra cultura. La cultura no es estática, y no se limita a seguir las tradiciones que recibimos de nuestros antepasados. Además, la cultura es un proyecto futuro. Mantiene continuidad con el pasado, pero es consensuada y construida por los del presente. Son los paraguayos y las paraguayas de ahora quienes van a definir el futuro de la cultura paraguaya. Decidir qué vamos a comer hoy, es decidir quiénes vamos a ser mañana.